sábado, 12 de junio de 2010

India es el país con mayor número de menores trabajadores, 60 millones de niños 'explotados'


La solución a la situación de extrema pobreza y explotación que sufren las clases populares indias pasa porque la revolución de Nueva Democracia por la que luchan los maoístas naxalitas triunfe.


India es el país con mayor número de menores trabajadores, cerca de 60 millones de niños "explotados" en un país en el que 400 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza, según denuncia la Confederación de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) en el informe publicado.

Según la investigación 'India: Triste récord de los niños trabajadores', esta economía emergente sigue siendo escenario de "una masiva precariedad social". Un 90 por ciento de la población activa trabaja en la economía informal, una pobreza que "es al tiempo causa y motivo de que se mantenga el trabajo infantil en gran escala", y que se agrava debido al sistema de castas, la discriminación de género y la inoperancia de las leyes.

Estos menores, procedentes tanto de los barrios marginales de las ciudades como de las áreas rurales, "trabajan como obreros agrícolas en plantaciones de té, arroz o caña de azúcar, como domésticos, tejedores, chatarreros, talladores de diamantes, obreros textiles, mecánicos o picando piedras", para ayudar a sus familias o simplemente para sobrevivir solos.

Sólo en Nueva Delhi, con doce millones de habitantes, cerca de 500.000 niños trabajan en la calle por unas treinta rupias diarias (0,5 euros), tal y como explica Rajib Haldar, cooperante de la asociación Prayas, que proporciona albergues para que estos menores pasen la noche, así como comida y atención médica.

"Muchísimos niños abandonados a su propia suerte en Delhi caen en manos de intermediarios y de empleadores poco escrupulosos --explica la CIOSL--. Miles de niños pobres llegan solos a la capital, escapándose de padres violentos o procedentes de regiones rurales asoladas por la sequía y el hambre", y los "empleadores sin escrúpulos" los captan por ejemplo en las estaciones de tren. Otros son 'cedidos' por sus padres como parte del pago de una deuda.

TAMBIEN EN LA ECONOMIA FORMAL

Los sindicatos denuncian que la mano de obra infantil no sólo se encuentra en la economía informal, sino también en el sector económico organizado, principalmente en hoteles y restaurantes (como camareros, fregaplatos o botones), en el transporte (asistentes de los conductores de autobús), en las hilanderías de seda y algodón, en las fábricas de vidrio y cerámica, en las imprentas e incluso en las fábricas químicas (de pinturas, colorantes o fuegos artificiales).

La corta edad no impide que estos menores sean destinados a labores peligrosas, como ocurre en los talleres metalúrgicos, por ejemplo en los de fabricación de cerraduras, donde intervienen en tareas como los pulidos o los baños ácidos, todo ello por menos de 300 rupias al mes (5 euros). India, por ejemplo, es el principal centro de tallado de piedras preciosas, con un 70% de la producción mundial, y unos 8.000 niños trabajan en el sector.


LA LEY NO SE CUMPLE

Estos abusos son posibles en parte debido a la laxitud de las autoridades a la hora de hacer cumplir la ley, que establece la escolarización obligatoria hasta los 14 años y prohíbe el trabajo de los menores en los sectores peligrosos, como la minería, la construcción o las fábricas.

Los empleadores sortean estas imposiciones con estrategias como la fragmentación del trabajo en pequeñas fábricas ocultas en aldeas, en el interior de casas de campesinos pobres. Allí puede encontrarse a menudo a niños trabajando para empresarios del sector de los tapices, la pequeña metalurgia o los bastoncitos de incienso.

"En la India, se transgreden las leyes todos los días --denuncian los sindicatos--. En las fábricas se ordena a los jóvenes asalariados decir que tienen por lo menos 16 años. A los inspectores de trabajo les faltan medios, a veces no tienen ni siquiera vehículos para desplazarse, y las multas previstas en caso de infracción son demasiado bajas como para ser disuasivas". "La inercia de la opinión pública hace el resto", añaden.

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